Por: Javier Herrera
Consultor organizacional y vocacional
Para un buen número de jóvenes ingresar a la universidad significa su principal anhelo.
Si bien, los que aprueban el examen de admisión experimentan una de las mayores alegrías de sus vidas, los que no son admitidos, por el contrario, sufren algún nivel de decepción.
En ese sentido, todo tipo de frustración académica se produce en función a tres factores:
Si las expectativas son muy altas, la preparación es baja y el rendimiento es bajo, la frustración será alta.
Si las expectativas son altas, el nivel de preparación es alto y el rendimiento no es satisfactorio, la frustración será muy alta.
Pero, estas u otras fórmulas compuestas por estos tres factores solo son referenciales, ya que, la frustración experimentada por cada joven dependerá de sus habilidades y herramientas para afrontar situaciones críticas y de su propio umbral de tolerancia a la frustración, es decir, de su capacidad de resiliencia.
Aunque el dolor causado por la decepción sea inevitable, quedarse anclado en el sufrimiento no sirve de nada.
Sumirse en una larga tristeza es solo una decisión personal que tampoco favorece al propósito.
Lo que le sirve de ayuda al joven, es entender que solo él tiene el poder optimizar su rendimiento, siempre y cuando sea capaz de cambiar sus procedimientos y actitudes frente al estudio.
Sin duda, cada persona transita por un proceso distinto, pero lo cierto es que cada frustración, sea de este tipo o de otro, debe servir de reflexión para: