Por: José Miguel Marchena
Gerente de Innovación y Desarrollo de ISIL
Aunque haya quienes aún lo dudan, el formato de aprendizaje en el que se alienta al estudiante a una dinámica de memorización irreflexiva es contraproducente e ineficaz.
Muchos de nosotros hemos experimentado en la etapa escolar una presión incesante que solo conducía a una idea: aprender es memorizar, sin espacio para el fallo.
Sin embargo, se ha comprobado que fallar en el intento de resolver un cuestionamiento hace que aprendamos más.
En efecto, Eugenia Marín-García, psicóloga de la Universidad del País Vasco, comenta que existen varias teorías que motorizan esta premisa, una de ellas se conoce como “Error Prediction Theory”.
En ella se postula que cuando no sucede lo que uno espera, (es decir, cuando fallamos) el cerebro aumenta la atención, estimulado al comprobar que la predicción no coincidió con la realidad. Por tanto, el aprendizaje mejora.
Los errores son nuestros aliados y deberíamos entenderlos como tal. Cuando hacemos algo muy difícil tenemos el derecho a equivocarnos, ya que es una parte natural del proceso de aprendizaje.
De hecho, a menudo se aprende más de los errores que se cometen enfrentando desafíos complejos, que de lograr objetivos sencillos.
Ahora bien, no es fácil cambiar para aquellos que durante toda la vida entendieron que los errores los colocaban en una posición desventajosa frente a los demás y que, por tanto, les rehúyen a los retos que consideran exigentes.
Esto tiene mucho que ver con lo que Carol Dweck denomina la “mentalidad de crecimiento” (Growth Mindset), la convicción de que todos podemos mejorar nuestras habilidades como resultado del esfuerzo y entrenamiento.
En el lado opuesto está la “mentalidad fija”. Dweck comenta que todos tenemos pequeñas islas de “mentalidad fija”, aquellos espacios donde habitan las creencias de nuestras supuestas incompetencias.
Puedes haber renunciado a aprender algo nuevo en el pasado porque tu primera experiencia no fue del todo positiva.
Muchas personas pueden hacer grandes cosas de manera natural, a eso le llamamos talento. Pero eso en ningún caso significa que los demás no podrán desarrollar esas mismas habilidades a partir de la motivación y siguiendo un proceso consistente de aprendizaje.
En definitiva, nunca es tarde para aprender algo nuevo, ni para equivocarnos en el intento. Como bien decía el dramaturgo noruego Nils Kjaer, “El que se pierde es el que encuentra las nuevas sendas”.