Por: Jimena Canales
Gerente de Contenidos y Servicios en Claro Perú

La Inteligencia Artificial (IA), término muy en boga actualmente, se refiere a la capacidad de un sistema informático de imitar funciones cognitivas humanas, como el aprendizaje y la solución de problemas (Fuente: Microsoft Azure).

En nuestra vida cotidiana ya experimentamos con IA: al dar comandos al asistente de voz de Google para programar una acción en el celular, cuando usamos Waze para llegar a un destino con la ruta más rápida, o al recibir sugerencias de productos mediante un motor de recomendaciones en una página web.

Sin embargo, las aplicaciones de la IA trascienden la cotidianidad e impactan en el mundo del aprendizaje. Algunos ejemplos de ello son:

• Medir y predecir el rendimiento académico mediante algoritmos alimentados por datos de estudiantes, para evitar la deserción estudiantil.
• Personalizar rutas de aprendizaje a través motores de recomendación en base a interacciones con contenidos y estilos de aprendizaje de los estudiantes.
• Usar bots o asistentes virtuales para la orientación de estudiantes, así como tutorías individuales acorde a necesidades específicas.
• Identificar nuevas temáticas y habilidades combinando variables como tendencias de empleo, relevancia de recursos de aprendizaje y contenidos.

Como vemos, la IA facilita el proceso de aprendizaje, pero no elimina la motivación y responsabilidad del actor principal: el aprendiz. Tampoco sustituye la labor del docente, sino que se convierte en una aliada.

En conclusión, la tecnología impactará cada vez más en qué aprendemos y cómo aprendemos, por lo tanto, en nuestros resultados de aprendizaje. 

El desafío de la IA consiste en reducir brechas de habilidades laborales, digitales y sociales, para que más personas tengan mayores oportunidades de crecimiento y bienestar personal – profesional.